miércoles, 26 de febrero de 2014

¡Joder con la publicidad!


Hace unas tardes estaba muy tranquilo disfrutando de un espisodio de The Big Bang Theory en la cadena Neox. Sheldon echaba una partida de bolos formando equipo con Howard Wolowitz, Leonard Hofstatder, Raj Koothrappali y su guapa vecina Penny, cuando aparece en la pantalla uno de esos mensajes odiosos:
"Volvemos en 6 minutos". 

No bien había desaparecido el mensaje anterior me sorprende el primero de los consejos publicitarios. En él procesiona una serie de mujeres en plena madurez sexual aireando a toda la audiencia de la cadena su gran estado de forma en lo que al sexo se refiere gracias a lo que se pretende promocionar: Vaginesil. 

Una de ellas nos relata sonriente cómo  ha recuperado la pasión. Se le enciende la mecha, nos dice, o algo por el estilo. Mientras, yo no puedo dejar de imaginar lo que se les encenderá a sus progenitores.

Otra, para mí la mejor, habla a la cámara para decirnos textual y abiertamente: "-No veo el momento en que los niños se vayan a la cama-". Pues chica, dales 20 euros y mándalos al cine. Aquí imagino a su pareja ojerosa levantando un sinfín de cuchicheos y risitas nerviosas a su paso por la oficina:"-Mira tú, otra vez que los mandaron a la cama a las 8'30. El Vaginesil le está consumiendo, va a acabar con él. Que te lo digo yo. Que antes vivía amargado de la vida pero es que ahora no vive."

Después sale alguna mujer más intentando adoctrinarnos de cómo se puede convertir un secarral en una húmeda y frondosa parcela de regadío para, a continuación y en un magnífico alarde de ingenio y oportunidad, dar paso a un nuevo anuncio en el que Repsol nos ayuda a  lubricar y prolongar la vida de tu motor. Una sonrisa inevitable ilumina mi rostro terminando en carcajada. ¿Casualidad? Ni adrede, oye.

Con los bajos y los pistones bien aceitados continuamos el viaje. Ahora nos llevan  hacia  las tierras en las que las mujeres están en sus días especiales. ¿Cómo pueden conseguir sentirse seguras y bien? Ausonia tiene la respuesta. "Te sentirás bien, te sentirás segura" pregona el televisor mientras una bailarina no para de representar unos pasos de baile clásico consistentes en airear lo suyo por la cara de su compañero de baile, que permanece impertérrito ante los efluvios. El hombre del año, sin duda. ¿Cuántas tomas fueron necesarias para hacer ese trabajo? Seguro que él recuerda todas y cada una. No pasa desapercibido el predominio del color blanco durante el cortejo. El despliegue de pasos es interminable. ¿Cómo un ser humano puede poner el pie a esa altura? Para eso no nos dan la respuesta. 

Seguimos. En esta ocasión la ilación no puede ser más desafortunada.  Un primer plano de una hamburguesa tapa la cara de su comensal que a cámara lenta va abriendo la boca para pegarle un bocado. El hecho de que se realice a cámara lenta nos da el tiempo suficiente de atar cabos y jugar con la escatología:   La bailarina anterior ya no pone lo suyo en la cara del compañero, ahora le pone su cheeseburguer; el ketchup ya no cae rebosante por el pan ligeramente tostado, ahora mancha el blanco impoluto de la escena de baile. Mi estómago pasa a un estado de alerta. Creo que pasará un tiempo antes de que vuelva a comer una hamburguesa y no sé si seré capaz de aderezarla con ketchup nunca más. 
Para acabar con la cordura de mi estómago continúan con  unos consejos para ponerle fin a nuestro estreñimiento.  Presenciamos una recreación informática de un colon. La imagen va recorriendo un tubo transparente a modo de tobogán, como en un acuapark. Hay tres bolas que atoran el conducto. Los autores han tenido la suficiente  delicadeza de evitar el color marrón. Al igual que con la bailarina predomina el color blanco. Como si acabara de montar en la atracción aparece una bola de color azul que realiza alegremente el recorrido hasta llegar al tapón. Éste desaparece al contacto con la bola azul. Las otras echan a rodar buscando paisajes más favorables sin saber lo que el destino les guarda, ya sea letrina, agujero, taza o bolsa de colostomía. De haber sido el autor del mensaje, hubiera puesto el colofón: a la par que se produce el contacto de la bola azul con el tapón sería extraordinario poner la voz en off del difunto Fernando Fernán Gómez diciendo, cabreado como si le hubieran puesto dos banderillas negras, eso de: "¡A la mierda!". 

Pasaron los seis minutos de publicidad. Sheldon cogía una bola de color granate dispuesto a hacer su lanzamiento pero mi espíritu había perdido el deseo. No me apetecía comprobar si el Dr. Cooper hacía un pleno o si Penny usa Vaginesil, Ausonia o Micralax. 

Apagué la tele enfadado y me dejé llevar. Les ha faltado un anuncio, pensé. De champú anticaspa.  Y a continuación, deberíamos haber visto a Karlos  Argiñano espolvoreando en una tarta Royal el azúcar glas anterior mientras canta: "Somos lo que comemos..." Pues, eso, unos casposos.  

Y para concluir, un último anuncio, el de Frigo: "¿quién quiere un Calipo? Para dar paso a continuación a la porno del Plus. ¡Con dos cojones!!!

¡Qué tarde!  ¡Qué tarde!


lunes, 10 de febrero de 2014

¡Joder con ... los Goya!

    

    «Estamos en el año 2014 después de Jesucristo. Toda la Hispania está ocupada por una ciclogénesis explosiva… ¿Toda? ¡No! Un teatro poblado por irreductibles actores resiste todavía y siempre al invasor...»

    Sobre todo, ellas. Venga a lucir espalda, cachotas y escotes, con la mejor de sus artificiales sonrisas. Hay que recordar que es su forma de ganarse el pan.

    Estamos en la fiesta del cine. Los fotógrafos piden poses. Ellas las ofrecen gustosas. Siempre de una forma natural, así, como el que no quiere la cosa. Con un sentimiento a medio camino entre el "espero que ahí dentro haya calefacción" y el "aguanta un poquito más que tu modelazo mañana es portada en el papel cuché y abre el Sálvame”. Y no el de ese adefesio: ¡menuda zorra! Como diría la Pantoja:

    ̶ Dientes.

    Sólo unos pasos más y… calorcito. ¡Ay, joder! Un periodista. Pues nada. Más dientes:

    ̶ ¿Qué se siente al estar nominada?

    ̶ Yo nunca lo hubiera imaginado. Es un honor haber llegado hasta aquí. No me veo ganadora ̶ lo dice con la boca pequeña. Mientras, en su casa su mascota, una cacatúa, no para de airear al resto de vecinos: "Goya, Goya, gracias Academia, gracias compañeros".

    Este discurso es el más socorrido por actores, actrices, directores, directrices y mascotas correspondientes. Todos quitándose presión.

    No me imagino a CR7 o a Messi diciendo en la gala de la FIFA:

    ̶ Yo no lo merezco. Que se lo den a Iniesta. ̶ Qué poca seriedad.

    Entre tantas respuestas previsibles sorprende alguna por la poca sutileza del periodista. Tras charlar con una actriz sobre un premio consistente en una concha, el tío pregunta, con todo su morro, si tiene hueco para el cabezón (así les gusta llamar al premio Goya en cuestión). Pero, claro, alguien con una mente retorcida se deja llevar... y… en una misma frase meter una concha y un cabezón... En fin, que ella respondió que si hay que hacer hueco se hace. Que cada cual saque las conclusiones que crea de este acto de flirteo. 

    Sigue el desfile de vanidad, presuntuosidad, falsedad. Como diría ZP:

    ̶ Sí. Me gusta mucho la ‘z’.

    Este, cinco veces nominado y nunca premiado: dientes. Por allí, una que lo ha sido seis veces: dientes. Allá, una vieja gloria a la que el Alzheimer le ha dejado la dentadura en la mesilla: dientes. ¡Por Dios, que alguien le cierrea ese agujero! Así un continuo.

    A Juan Diego Botto le dice el paparazzi que le pega el papel de su película porque es de buena gente, como él. ¿Por qué no tiene arrestos para hacerle la pregunta a Bardem por su papel de malo en la de 007? ¡Y con su madre Pilar al lado! ¡Ni José Tomás, vamos!

    Siguen pasando estrellas y le toca el turno a Ana Belén, otras cinco veces nominada: dientes al cubo. El presentador, del que tengo dudas sobre su condición sexual, me las disipa rápidamente:

    ̶ ¡Qué clavícula tan bella!

    Yo ni me había enterado. Estaba eclipsado en los dientes de la paisana. Me quedé a cuadro al comprobar que sí, que efectivamente como él bien dijo, sólo se le ve una clavícula. Pero, ¡hombre!, si vemos un pecho a una mujer (incluso medio), es más, aún sin verlo, los tíos decimos:

    ̶  ¡Qué tetas! ̶  Nunca lo he oído en singular, ¡en la vida!

    Llega otra actriz: dientes. Tras unas palabras le espeta:

    ̶ ¿De quién vas vestida?

    A mí solo se me ocurre una respuesta:

    ̶  De Michael Jackson. ¡No te jode! ̶  Que no estamos en carnaval, pero ¿esto qué es?

    Una vez dentro del teatro empieza el chou. Lo mejor de todo nos lo han arrancado de cuajo. Mr. Wert, el ministro se ha borrado. Nos han despojado de esa hermosa cara de circunstancia recibiendo de lo lindo. Y es que es la fiesta del cine, señores. Necesitamos un pelele al que masacrar y contra el que hacer gracias y chascarrillos. Propongo un Goya nuevo: Goya al arreaministro.

    Me parece bien que le sacudan, pero hacerlo con vestidos de miles de euros, con alfombras rojas, llegando en limusinas, con los cuellos llenos de colorao, con el discurso ese de que el cine es cultura, que nuestro fuero es interno, que nos han rebajado las subvenciones, estamos agonizando, con Dior, pero agonizando... no es lo más apropiado.

    Creo que atizar no es la forma más correcta de pedir pasta. Porque al final todo se reduce a eso: al vil metal. Que si el arte, que si la cultura. ¡Milongas! Dame pasta. El arte es muy grande y en este país hay mucho, sobre todo en Andalucía. No sólo cine. Hay arte más allá del cine:  escritores, escultores, payasos, humoristas, actores, guionistas, pintores... que no reciben un duro.

    La ceremonia en sí fue como todas: Premio a la mejor tal; los nominados son cual; el Goya a tal goes to...; los mismos discursos inveterados: -No me lo esperaba pero por si acaso tengo este pequeño discurso en un folio que casualmente he encontrado en el bolso; este premio no es mío, es de todos y cada uno del reparto pero para que no haya dudas voy a grabar mi nombre con técnicas indelebles y permanentes, que sobrevivan a terremotos, guerras civiles, nucleares, al PP, al PSOE, a CiU y a IU.

    Me llamó la atención una pequeña isla en ese basto océano de glamour:  Salieron a recoger un premio dos sujetos. Uno de ellos se levanta de la silla. Lleva un jersey de lana sencillo. Coge una americana con toda la pinta de ser la misma que lleva a todas las bodas desde que es adulto y se la va abrochando por el camino. Debajo del jersey asoma una camisa blanca y por el cuello un pico de la misma. El otro de los picos queda dentro. ¡La bronca que le habrá echado su madre! Si se hubiera sacado un poco los faldones de la camisa lo hubiera bordado.

    De lo que vi creo que este sujeto era el único legitimado para haberse cagado en la santísima madre del ministro y dormir del tirón con la conciencia bien limpia. Seguramente habría más, pero no son a los que les pusieron el micrófono.

    ¡Viva el cine!